sabato 14 maggio 2011

ESTACIÓN DE ABANDO




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Tengo tatuado en cada neurona el tic tac de todos los relojes del mundo, no hay silencio, sólo existen los movimientos sonoros del diapasón. Antes era distinto, podía oír el palpitar monótono de las ciudades, podía escuchar como morían los días, podía dejar de apreciar auditivamente lo que yo quisiera; ahora no, ahora solamente escucho pasar los vagones y los segundos. 

Las sábanas son eléctricas y tienen un ritmo marcado, también el humo azul del tabaco es diferente, sube y sube hasta desaparecer pero con cadencia bitonal, incluso cuando mastico creo que lo hago en dos movimientos, marcialmente sincronizados.
En la madrugada, después de follar, no recordábamos nuestros nombres, quizás porque eran inventados. Tampoco recordaba de qué tren te bajaste, quizás porque estabas en la estación buscando lo mismo que yo. Nos despertamos con los ojos abiertos, como los gatos que saben predecir desastres, primero miraste la habitación, luego miraste el Casio que rodea mi muñeca derechay después, desnuda de espaldas a mí, me preguntaste: ¿qué hora es?
Sin esperar la respuesta añadiste: Me tengo que ir. Y te fuiste, rubia, te fuiste. Creo que ya lo habías ensayado, que no era la primera vez que lo hacías.
Yo me quedé mirando los confusos segmentos de los números de mi reloj. La ría estaba tapada por la niebla, las sirenas salieron de entre el agua sucia para hacerte reverencias, y se quedaron encaramadas a las farolas del Puente de la Salve. Algo estropeó los pirulos informativos de Elkano kalea, se quedaron sin cobertura y no marcaron la hora en sus paneles digitales, el tiempo se quedó perdido, dentro de mí, muy adentro.
¿Por qué te esfumaste antes de darme tiempo a decir que todavía era pronto?, Seguramente es la manera habitual en que te despides de la gente, pero por ese anti-momento, y por tu culpa, tengo todas las horas del mundo dando vueltas en mi sistema nervioso.

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