mercoledì 31 marzo 2010

TRÍADA


Las frutas a ti te odian tanto como a mí el pan de molde, y los dos sabemos porqué, susurró el tostador a la licuadora. Si quieres hablo con el microondas y articulamos un ménage à trois para acabar con la esclavitud del desayuno. La licuadora, inconsciente como cualquier verdugo, se apuntó al plan sin dudarlo. El microondas se hizo de rogar, era un aparato creado en el siglo XX y tenía alguno de los chips primigenios de la inteligencia artificial. Cuando todos estuvieron de acuerdo en su venganza eligieron el día D. Sería el próximo sábado a primera hora, con la familia feliz, alborotada y reunida. Todos serían sacrificados cruelmente: mutilación, abrasamiento y electrocución. Por desgracia, el viernes por la noche, unos hackers aburridos y una nevada ocasional sabotearon la compañía energética nacional, se interrumpió el subministro por falta de pago y los futuros, presuntos, asesinos quedaron inertes sobre el mármol de la cocina. La familia desayunó un batido de leche fría y galletas de obsequio promocional.

La nevera se deshidrataba lentamente, la radio padecía afonía aguda y el televisor sufrió un ataque repentino de invidencia, los tres juraron en silencio una terrible vendetta.

BASADO EN UN ANUNCIO DE TELEVISIÓN

 

martedì 9 marzo 2010

MALA SANGRE


Se rocía con colonias de niño y tararea el bluemoon de Armstrong con un cigarro en la oreja izquierda. Siempre le dijeron que tenía mala sangre. Sus orines hierven en el retrete, su saliva desportilla la porcelana de las tazas y sus lágrimas queman las flores de papel. Se volverá loca como su madre, auguraban sus consanguíneos.

Tiene un olor de violencia que le hace crecer las uñas en la misma proporción que la rabia. Busca el nudo de raíces y gusanos bajo los tiestos de geranios, abre los mecanismos de los relojes y les quita la corona del tiempo, se desespera cuando divide en dos a las salamandras y cada trozo sigue su camino. Y sigue cantando el bluemoon, ahora con el pitillo apagado entre los dientes para hacer mas uniforme la voz.

Solamente nos atrevemos a urdir venganzas en los sueños, cuando el entramado de los hilos de las ideas y la espuma de los deseos se hace compacto, espeso. Siempre tenemos los ojos comprometidos a no llorar, y la predisposición de jugar a ser felices. Pero ella no, ella solo distingue el zumbido nostálgico del bluemoon, perdiéndose por entre las hebras azuladas del humo del cigarrillo, que ya ha sido encendido y la mitad de su longitud es un arco de ceniza.

Ha puesto un conejo vivo a hervir, con las patatas y el arroz, y ha cerrado la olla a presión con el fuego lento. Descubriendo la paz del mal. Corta las cabezas de las hormigas y escucha los gritos invisibles del dolor. Se ha pintado cruces y círculos por todo el cuerpo, desde los talones hasta el culo, desde las rodillas hasta las mejillas. El conejo reventó dentro del caldo y ella comenzó a bailar, hasta que se cruzó con el espejo del dormitorio. Se vio desnuda y pintarrajeada, su estampa le delató la imagen de la locura. Entonces se dibujó con el pintalabios una pulsera en cada muñeca y una gargantilla en el cuello, y para borrarlos utilizó una gillette olvidada entre los cachivaches de depilar. El cigarrillo consumido se cayó de entre los labios, el persistente murmullo del bluemoon se amortiguó, dejando paso al silencioso gorgoteo de la sangre ácida que brota de su cuello y llueve cuerpo abajo, por el canal misterioso de entre los senos, sorteando el cráter del ombligo y confluyendo hasta los pliegues del triangulo clandestino, y allí se confundió con una menstruación externa, acompañada por los acordes de una canción que un poderoso negro cantaba por las ondas de una radio que se apagó el siglo pasado.

lunedì 1 marzo 2010

ESTAS MUERTA

Piel seca en las heridas, tormentas en los bolsillos y arena en los ojos. Me han dicho que ahora tienes un delfín que te salva del ahogo de la improvisación. Dónde se quedó nuestro amor crudo. Dónde se quedó nuestra prisa por follar, sin pretextos, en cualquier sitio. Dónde se quedó tu manera de hacer el café que tanto me gusta. Dónde se quedó tu estilo de quitarte toda la ropa y dejarte solamente los zapatos de tacón, así, tan erótica, tan de puta de congreso.

En mis ojos estaba la súplica de tantísimos amores contrariados. Quizás ya encontraste un príncipe que te llevará a conocer la nieve. Porqué torciste la trayectoria de todos mis sentidos. Porqué prefieres la rutina del sexo en los aniversarios. Porqué te agarras a ese salvavidas desmañado y no coincides conmigo en el naufragio que te prometí. Que fácil es morir, entre unas sabanas de hotel o en el polvo lloroso de la tierra roja.

En los tiempos de la tristeza te fui pidiendo una tregua que siempre ignoraste. Pronto descubrirás que él también está despeinado por las mañanas. Toda una barra de bar, con sus botellines, con sus señoras merendando, con sus ceniceros desbordados, con mis deseos nítidos y con tus movimientos de felina ágil, se interpuso entre nuestros cuerpos la última vez que nos encontramos. Ahora sólo mis sueños inverosímiles y equidistantes nos mantienen engarzados.


Y si algún día, gata morocha, tras una terrible madrugada de solitarias bebederas, te alcanzara en esta búsqueda mezquina que aún mantengo, si alguna vez quedáramos atrapados bajo la cúpula inexistente del milagro, de la casualidad, si algún día te encontrara destruiría esa belleza que he ido creando poco a poco, momento a momento, sueño a sueño, y que digo que he descubierto en ti.

 
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