sabato 21 maggio 2011

CROQUETAS CASERAS

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De la cocina salía un olor inconfundible, el olor de los miércoles, un olor de tradición familiar, que nunca pasó de generación en generación. El aroma venía acompañado del sonido de aceite hirviendo, de cacharrería protestando, de risas y de órdenes, de pasos, giros y bailes entre los fogones.

Solamente con saber que era miércoles se me hacía la boca agua. Todas las semanas, el tercer día, se cenaban en mi casa las fabulosas croquetas de mi mamá. Que deben ser igual de exquisitas que las croquetas de todas las mamás del mundo.
Por desgracia, hoy en día ya no las puedo saborear, y a los miércoles de mis semanas les falta algo. He probado todas las croquetas comercializadas en precocinados, en delivery, en congelados, las del Carrefour, las del Caprabo, las del Mercadona, las del Alcampo, las de la Sirena, hasta las que venden los chinos acompañadas de salsa agridulce. Pero ha sido inútil. Como las croquetas caseras no hay ningunas.
Gracias a las nuevas tecnologías tengo a mi alcance las mejores enciclopedias gastronómicas del mundo, de ellas voy recopilando recetas y con mis pocas aptitudes de chef las transformo en simples croquetas de andar por casa. Pero ayer me llegó una que creo que es la definitiva, les animo a que la prueben conmigo. Los ingredientes son estos:

2 cucharadas de mantequilla
3 cucharadas de harina de repostería
1 litro de leche
Medio kilo de criadillas de bovino cimarrón
Perejil
Pan rallado
Abundante aceite de oliva virgen
Salsa bechamel a discreción

Mierda, mierda, mierda. No sigan. Esta receta no se puede elaborar. Tiene un defecto insalvable. Todo el mundo sabe que de un toro no se pueden conseguir mas que unos pocos gramos de testículos, y los bueyes ni siquiera tienen huevos.

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sabato 14 maggio 2011

ESTACIÓN DE ABANDO




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Tengo tatuado en cada neurona el tic tac de todos los relojes del mundo, no hay silencio, sólo existen los movimientos sonoros del diapasón. Antes era distinto, podía oír el palpitar monótono de las ciudades, podía escuchar como morían los días, podía dejar de apreciar auditivamente lo que yo quisiera; ahora no, ahora solamente escucho pasar los vagones y los segundos. 

Las sábanas son eléctricas y tienen un ritmo marcado, también el humo azul del tabaco es diferente, sube y sube hasta desaparecer pero con cadencia bitonal, incluso cuando mastico creo que lo hago en dos movimientos, marcialmente sincronizados.
En la madrugada, después de follar, no recordábamos nuestros nombres, quizás porque eran inventados. Tampoco recordaba de qué tren te bajaste, quizás porque estabas en la estación buscando lo mismo que yo. Nos despertamos con los ojos abiertos, como los gatos que saben predecir desastres, primero miraste la habitación, luego miraste el Casio que rodea mi muñeca derechay después, desnuda de espaldas a mí, me preguntaste: ¿qué hora es?
Sin esperar la respuesta añadiste: Me tengo que ir. Y te fuiste, rubia, te fuiste. Creo que ya lo habías ensayado, que no era la primera vez que lo hacías.
Yo me quedé mirando los confusos segmentos de los números de mi reloj. La ría estaba tapada por la niebla, las sirenas salieron de entre el agua sucia para hacerte reverencias, y se quedaron encaramadas a las farolas del Puente de la Salve. Algo estropeó los pirulos informativos de Elkano kalea, se quedaron sin cobertura y no marcaron la hora en sus paneles digitales, el tiempo se quedó perdido, dentro de mí, muy adentro.
¿Por qué te esfumaste antes de darme tiempo a decir que todavía era pronto?, Seguramente es la manera habitual en que te despides de la gente, pero por ese anti-momento, y por tu culpa, tengo todas las horas del mundo dando vueltas en mi sistema nervioso.

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